martes, 16 de diciembre de 2008

Desde algunos días atrás tenía en la cabeza que deseaba comprar una máscara de lucha libre, sin duda en ese momento le interesaba más el objeto que su carga simbólica. Al ver que uno de los jóvenes que departía en el bar del hotel tenía una, decidió probársela, por si estaba a su medida, dicho y hecho, le quedó y desde ese momento se la quedó.

Al final además de no regresar la máscara a su dueño, tampoco la pagó. Si bien no fue una epifanía o un meteorito que cayó desde una galaxia muy cercana, la máscara comprada en una de esas esquinas de ciudad de México y afanada, en excusa de una producción plástica, poseía un extraño poder: El de transformarlo en otro, en “El Milton del Virreyes”, así le bautizó Karina Murillo (una de sus amigas mexicanas) por la asociación directa que hizo entre la letra “M” que traía la máscara y el nombre del autor, portador de la máscara en ese momento. (http://es.youtube.com/watch?v=zK95nMdTn78).

En ese momento se inicia esta historia, este camino que quizás no le lleve a ningún lugar, pero que ya empezó a mestizarse plásticamente. En menos de lo que el esperaba, el sonido de la palabra Virreyes ahora en boca de muchos argentinos suena como “Virresches” y considera que como suena ahora es como se debe quedar.

México marcó su vida y en particular su paso por ese hotel. Ahora desde Buenos Aires y con todos los recuerdos a cuestas, se le ha vuelto inevitable reflexionar, sobre como se transformó su identidad con este recorrido y ahora que empieza a hablar de ello, es necesario que empiece por el mismo.

El Milton del Virresches, aparece por primera vez consciente y plásticamente, en la habitación del Hotel Virreyes en Ciudad de México. Ese primer encuentro descrito anteriormente, le abrió una ventana para utilizar por primera vez su cuerpo, y por primera vez retratarse sin miedo. Jugar con el supuesto de que en apariencia no estaba siendo fotografiado, liberó una tensión preexistente de ver su cara capturada por la cámara.

Está claro que este proyecto quiere hacer un análisis desde lo personal, sobre temas como la hibridación visual o el mestizaje visual. Por lo tanto es fundamental desde esta primera instancia, dejar en evidencia que para el autor como artista plástico es obvio que su cuerpo, su actitud y su rostro están siendo prestados para el proyecto. Esta exposición consciente, adicionalmente busca liberarle, permitiéndole más adelante usar su cara como elemento primigenio de futuras propuestas plásticas.

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